lunes, 10 de enero de 2011

Enredando en mi portátil, he encontrado unos textos que corresponden a un pequeño juego planteado a unos compañeros de clase hace unos años, en el que escribíamos lo que nos sugerían las "palabras clave" que, rebuscando en nuestras mentes, quisimos ofrecernos para ello. Uno de ellos es éste, y mi contraseña era la palabra "descrédito". Lo he encontrado, lo he visto con otros ojos y he pensado en recordarlo por aquí...



Puede decirse que detesto regodearme en el descrédito, en esa desoladora falta de fe que se me pega al cuerpo. Yo creo en las virtudes de la gente, en su bondad, en sus ganas y capacidad de amar, tan inmensas como solo las circunstancias pueden imaginar posibles. En la generosidad, en una sonrisa o una furtiva mirada cargada de múltiples significados, en el calor de un beso. Pero también creo en la profunda maldad que asola este mundo que hemos inventado. No es descabellado pensar que el motivo de la existencia de guerras, dolor, muerte, hambre, desolación se encuentra en las acciones de cuatro energúmenos que un día decidieron jugar a odiarse, olvidando conscientemente que millones de personas dependían sin quererlo de sus actos.

Y así, finalmente diré, que creo en ti y en mí. Mientras esto se mantenga, intentaré que el descrédito deje de acudir a mi cabeza para nublar mis ideas más de lo que ya lo hace la incertidumbre. Palabra.

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