viernes, 30 de agosto de 2013

En bandeja

Después de un largo tiempo, vuelvo al blog. Básicamente, esto se debe a que, además de que casi por obligatoriedad, uno se propone retomar algunos buenos (o terapéuticos) hábitos cuando va acabando el verano, hoy he tenido uno de esos "días-decepción", de los que todos tenemos con mayor frecuencia de la que nos gustaría en nuestras vidas. Por eso, aquí estoy escribiendo para desinfectarme un poco, siendo consciente de lo poco que puede importarte mi vida, si casualmente caes en estas líneas.

Inacción-decepción-confusión. De vez en cuando pasan cosas que te hacen meditar sobre las variadas formas en que puedes herirte a ti mismo/a cuando regalas tu amor a alguien. Es esa maldita manía de poner en bandeja el corazón, o si se prefiere, lanzarlo desde la ventana de un 11º piso...por no saber hacerlo de otra manera. Pero, a veces, surgen en esos momentos en los que, pensando en frío, te das cuenta de que corresponder a un corazón suicida no es sencillo, al menos que lo haga otro loco corazón como el tuyo (y quizá no haya tantos así).

La vida es complicada....(Sí, vale, atención: es mi gran descubrimiento del día). Ahora, las relaciones cada vez me parecen más complejas; es ese momento en que una parte de ti está madurando, mientras tu parte niña sigue asomándose para hacerte ver que a veces, simplemente no puedes con todo. No puedes ver con facilidad dónde continúa el camino, y ni siquiera sabes si con el tiempo, lograrás verlo.

Pero claro, quizá no vea bien porque ya está bien entrada la noche y estoy cansada de tanto forzar la vista, quizá necesite del Sol y su calor para dejar de hacerme preguntas, y simplemente, poder ver.


domingo, 18 de noviembre de 2012

Debilidad 2004



Ayer, viendo la peli de Juan Antonio Bayona, "Lo Imposible" (intensa, y por desgracia, realista cinta sobre la historia de una familia acontecida durante el  trágico tsunami que asoló las costas de Tailandia en diciembre de 2004, mientras comíamos turrón), recordé haber escrito en el mismo año unas líneas que casualmente, vinieron ayer a mi cabeza, al hilo del personaje que interpreta Naomi Watts en dicha película. El texto nada tiene que ver con tragedias familiares ni devastadores tsunamis, y sin embargo, me recuerda tanto a lo que aquella mujer (o cualquier otra persona de las miles de víctimas de la catástrofe) pudo haber sentido en sus carnes, y ver pasar por su mente no sólo ante su propia muerte, sino ante la de sus seres más queridos.. 

Una vez más...no, no somos nadie. Mierda en polvo que puede desaparecer en cualquier momento sin dejar rastro. Nos amamos, nos odiamos, nos matamos y sufrimos. Podemos destruir el planeta lentamente. Pero el planeta no tiene piedad, está vivo y es poderoso. Sus actuaciones no son justicia divina. Son la vida y la muerte, y nosotros, un tipo de vida más que desgraciadamente, no puede luchar contra lo inabarcable. 


"Hacía calor en la calle, asi que te extrañaste de mis escalofríos y la palidez de mi cara. Yo me empeñaba en aparentar serenidad y todo lo que me faltaba para recobrar la normalidad, pero tú,  con tu amplia experiencia en entenderme sin mediar palabra entre nosotros, te limitaste a coger tu chaqueta para envolverme en ella, posponiendo tus dudas a un después que probablemente tardaría en llegar. El último recuerdo, pues.


El mundo giraba, y sin embarrgo, ya no me correspondía. Una maraña de ruidos, de cláxons de coche y gritos enfervorecidos empezaron a saturar mi cabeza. Me llené de instantáneas nuestras en las que me cogías en brazos. No tenía peso, me llevabas a través del agua...

domingo, 19 de agosto de 2012

Se hace camino al andar

¿Pero cómo podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? No hay un sitio tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde se pueda escuchar en la primavera el despliegue de las hojas o el rumor de las alas de un insecto. Quizás es porque soy un salvaje y no comprendo bien las cosas. El ruido de la ciudad es un insulto para el oído, y yo me pregunto: ¿Qué clase de vida tiene el hombre que no es capaz de escuchar el grito solitario de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la balsa?.
Iba yo caminando una tarde cálida y apetecible de verano, en compañía de mis pensamientos, sin ninguna meta en concreto, pero no obstante, segura de hacia dónde me apetecía dirigirme. Es una sensación agradable esa de saberte únicamente dueña de tu tiempo, y dominar el espacio que quieres recorrer, para poder disfrutar de algo que anhelas ver, sentir, encontrar.
En aquella tarde, eché a andar hacia la costa norte, lejos de las abarrotadas playas del Agosto de mi ciudad, que estaban empezando a asfixiarme. Por el camino vinieron a mi mente frescos recuerdos y sensaciones entremezcladas de paseos entre árboles, de caminos vagamente empedrados y olor a mar (probablemente, el aire costero, más el aroma a sal que llevaba a mi piel tras darme un baño tuvieron su influencia), mientras el sol de la tarde caía, aliviándose el calor del día, poco a poco. Seguir el hilo de estos pensamientos me hizo sonreír, y tras mis gafas de sol, caminé unos pasos con los ojos cerrados, notando como la luz se atenuaba alrededor de mi vista, hasta que consideré peligrosa esta iniciativa. Cualquier persona que en esos momentos hubiese podido verme, con mi aspecto sudado y despeinado tras la marcha, ojos cerrados y sonrisa en la cara, me hubiese encontrado, cuanto menos, una chica algo atípica, que camina sola una tarde de sol.
Pero sí, estaba sonriendo a la par que caminaba mientras buscaba el sol, pensando en todo lo bueno que siento, lo bueno que me rodea, y lo afortunada que soy en muchos sentidos. Hasta en las ciudades existen esos pequeños grandes rincones, esas vías de escape personales que permanentemente serán capaces de ofrecerte un camino “para pensar”, pararte y respirar. Al menos en mi ciudad, claro.
Suele ocurrir que cuando sales al encuentro de estas vías, sin prisas ni grandes pretensiones, sin ataduras ni ansiedad…te encuentras con trocitos de ti mismo que pueden llegar a sorprenderte. Asi que muchas veces es mejor no posponer las ganas de salir a andar. Sal, y reconcíliate contigo mismo. Relativiza las cosas. Escapa,si es lo que deseas, si es lo que necesitas.Simplemente, sal a buscarte.

jueves, 19 de enero de 2012

Una taza de luna caliente

Perdida en una taza de luna caliente, ahora sólo tu abrazo es mi abrigo. Ahí afuera, al viento se oye ulular, y las hojas secas se esparcen y desordenan en el vaivén del aire de Enero. Me reconforta saber que, resguardados de la gélida noche, están tus frágiles sueños; a cubierto se encuentran tus temores y desvelos mientras yo te cubro con el manto de mi atento mirar. Perdida me hallo en un tiempo y en un lugar, que quizá jamás sea capaz de olvidar.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Mal tiempo

Otro día más de llegar tarde a clase, tras desoír el sonoro consejo (con el modo repetición activado) de mi cómplice despertador. Una mañana de esas en las que no siento preocupación alguna por entretenerme dando un inocente rodeo en mi bici, que me lleve a las aceras que atravesé de tu mano, varias lunas atrás. Sigue lloviendo desde entonces, así que llevada por un pensamiento inercial, automático, empiezo a avanzar deprisa, en contra de lo que, por otro lado, me piden las ganas de detenerme, de pararme a observar la vida en la calle y dejar el deber para más tarde. Pero quién sabe, quizá algún compañero me vea desde la ventanilla de su coche, recreándome en la nada, moviéndome lentamente sobre mi bici, y me tome por loca, incapaz de fabricar una excusa convincente que justifique mi retraso al atravesar el dintel de la puerta de la sala 2 de la facultad. De todas formas, tampoco me incomodea en demasía la hipotética mirada de un simple conocido; ni siquiera la lluvia y el frío otoñal que me envuelve me están invitando a avivar la marcha. La necesidad de acelerar que ahora siento correr por mis venas, la llevo ya dentro hace tiempo, sin saber muy bien de dónde proviene. Así es que creo que hoy, finalmente, no iré a clase. (Imagen tomada de la selección del Noveno Concurso de Fotografía de la Calle del Sol 2011 para su concurso de microrrelatos)

miércoles, 29 de junio de 2011

Carretera&manta

No importa lo que te hayan contado sobre lo que otros consiguieron hacer antes que tú.
La carretera te sigue perteneciendo; sigue brillando el asfalto al sol de Julio, mientras va abrasando tu retina. Reina en ti una honda sensación de eso que llaman placer, deliciosa adrenalina moviéndose en tu interior, te hace temblar, oh, sí.

En el juego de los instintos, amigo, cuando quemas rueda hasta el frenesí, se multiplican las posibilidades de llegar primero a tu destino. Puede ser que lo encuentres en la próxima desviación a la derecha, o quizá en la siguiente bifurcación, bordeando la línea de costa.

No importa: de repente, al fin, un majestuoso espejismo se materializa ante ti. Altas torres de roca al desnudo, escarpadas agujas calizas, viento susurrante entre las copas de los árboles. Es tu sitio, al que siempre habías deseado llegar. Tan sólo algo menos impresionante de lo que creía tu imaginación, pero aún inabarcable para tu extasiada mirada.

sábado, 21 de mayo de 2011

Reír, no llorar

“Si en la calle ríen, tu no llorarás, ¿verdad?”. Aún restallaban en su cabeza esas palabras aleccionadoras con las que tiempo atrás, su siempre diplomática buena amiga le animó a dejarse llevar por el sentimiento colectivo de alegría juvenil que se les suponía, a sus 20 años. “Reír, no llorar”, como en aquella canción de Parabellum.

Había pasado más de año y medio, pero aquellos sentimientos negativos, lejos de desaparecer, seguían pegados a su piel, se reflejaban en sus ojos de cría desconcertada, de mirada perdida en no sé qué pasaje de cuento inacabado. Antes de que ocurriese aquello que diariamente trataba de evitar recordar, había atravesado fuertes tormentas, momentos trágicos que habían rasgado su vida, y dificultaron el caminar por los meses sucesivos; pero enseguida aprendió a vendarse y a seguir, e incluso a vendar a los otros afectados, que sufrieron tanto como ella. Todo su mundo se volcó en proteger sus heridas, en besarlas hasta que cicatrizaron, así fue más fácil asimilar el daño.

Esta vez era diferente: los ojos de niña perdida enfrentados a lo hostil, al miedo al vacío y al vuelo sin motor, miraban diferente, buscando apoyos donde ya no estaban, pidiendo esperanza en el lugar donde sólo habitaban incomprensión y rabia. Su pequeña cabecita, que siempre había presumido de librepensar y bienquerer con autosuficiencia y claridad, se hallaba confusa entre dos tiempos: un pasado del que, a pesar de todo, le costaba despedirse; y de un presente en ansioso curso, ligado a un futuro inesperado (como todos los futuros), que en sus muchos momentos de enmarañarse el pensar a solas, preveía desesperado. Empezaba a darse cuenta de que era verdad eso que dicen los padres de que el tiempo pasa muy deprisa, que todo muda con gran facilidad, y hay que resignarse ante aquello que ocurre y no podemos evitar, a la vez que cargar con todo aquello que decidimos portar con nosotros, aunque a priori no sepamos cuál va a ser el precio del peaje.

No obstante, entre presente y pasado, algo no había cambiado: tanto antes como después, seguía siendo una tortura tener que sonreír, y no llorar, al atragantarse con tanta doblez y tan poca sinceridad, o sentarle mal una dosis de ilusiones descontroladas.