domingo, 18 de noviembre de 2012

Debilidad 2004



Ayer, viendo la peli de Juan Antonio Bayona, "Lo Imposible" (intensa, y por desgracia, realista cinta sobre la historia de una familia acontecida durante el  trágico tsunami que asoló las costas de Tailandia en diciembre de 2004, mientras comíamos turrón), recordé haber escrito en el mismo año unas líneas que casualmente, vinieron ayer a mi cabeza, al hilo del personaje que interpreta Naomi Watts en dicha película. El texto nada tiene que ver con tragedias familiares ni devastadores tsunamis, y sin embargo, me recuerda tanto a lo que aquella mujer (o cualquier otra persona de las miles de víctimas de la catástrofe) pudo haber sentido en sus carnes, y ver pasar por su mente no sólo ante su propia muerte, sino ante la de sus seres más queridos.. 

Una vez más...no, no somos nadie. Mierda en polvo que puede desaparecer en cualquier momento sin dejar rastro. Nos amamos, nos odiamos, nos matamos y sufrimos. Podemos destruir el planeta lentamente. Pero el planeta no tiene piedad, está vivo y es poderoso. Sus actuaciones no son justicia divina. Son la vida y la muerte, y nosotros, un tipo de vida más que desgraciadamente, no puede luchar contra lo inabarcable. 


"Hacía calor en la calle, asi que te extrañaste de mis escalofríos y la palidez de mi cara. Yo me empeñaba en aparentar serenidad y todo lo que me faltaba para recobrar la normalidad, pero tú,  con tu amplia experiencia en entenderme sin mediar palabra entre nosotros, te limitaste a coger tu chaqueta para envolverme en ella, posponiendo tus dudas a un después que probablemente tardaría en llegar. El último recuerdo, pues.


El mundo giraba, y sin embarrgo, ya no me correspondía. Una maraña de ruidos, de cláxons de coche y gritos enfervorecidos empezaron a saturar mi cabeza. Me llené de instantáneas nuestras en las que me cogías en brazos. No tenía peso, me llevabas a través del agua...

domingo, 19 de agosto de 2012

Se hace camino al andar

¿Pero cómo podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? No hay un sitio tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde se pueda escuchar en la primavera el despliegue de las hojas o el rumor de las alas de un insecto. Quizás es porque soy un salvaje y no comprendo bien las cosas. El ruido de la ciudad es un insulto para el oído, y yo me pregunto: ¿Qué clase de vida tiene el hombre que no es capaz de escuchar el grito solitario de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la balsa?.
Iba yo caminando una tarde cálida y apetecible de verano, en compañía de mis pensamientos, sin ninguna meta en concreto, pero no obstante, segura de hacia dónde me apetecía dirigirme. Es una sensación agradable esa de saberte únicamente dueña de tu tiempo, y dominar el espacio que quieres recorrer, para poder disfrutar de algo que anhelas ver, sentir, encontrar.
En aquella tarde, eché a andar hacia la costa norte, lejos de las abarrotadas playas del Agosto de mi ciudad, que estaban empezando a asfixiarme. Por el camino vinieron a mi mente frescos recuerdos y sensaciones entremezcladas de paseos entre árboles, de caminos vagamente empedrados y olor a mar (probablemente, el aire costero, más el aroma a sal que llevaba a mi piel tras darme un baño tuvieron su influencia), mientras el sol de la tarde caía, aliviándose el calor del día, poco a poco. Seguir el hilo de estos pensamientos me hizo sonreír, y tras mis gafas de sol, caminé unos pasos con los ojos cerrados, notando como la luz se atenuaba alrededor de mi vista, hasta que consideré peligrosa esta iniciativa. Cualquier persona que en esos momentos hubiese podido verme, con mi aspecto sudado y despeinado tras la marcha, ojos cerrados y sonrisa en la cara, me hubiese encontrado, cuanto menos, una chica algo atípica, que camina sola una tarde de sol.
Pero sí, estaba sonriendo a la par que caminaba mientras buscaba el sol, pensando en todo lo bueno que siento, lo bueno que me rodea, y lo afortunada que soy en muchos sentidos. Hasta en las ciudades existen esos pequeños grandes rincones, esas vías de escape personales que permanentemente serán capaces de ofrecerte un camino “para pensar”, pararte y respirar. Al menos en mi ciudad, claro.
Suele ocurrir que cuando sales al encuentro de estas vías, sin prisas ni grandes pretensiones, sin ataduras ni ansiedad…te encuentras con trocitos de ti mismo que pueden llegar a sorprenderte. Asi que muchas veces es mejor no posponer las ganas de salir a andar. Sal, y reconcíliate contigo mismo. Relativiza las cosas. Escapa,si es lo que deseas, si es lo que necesitas.Simplemente, sal a buscarte.

jueves, 19 de enero de 2012

Una taza de luna caliente

Perdida en una taza de luna caliente, ahora sólo tu abrazo es mi abrigo. Ahí afuera, al viento se oye ulular, y las hojas secas se esparcen y desordenan en el vaivén del aire de Enero. Me reconforta saber que, resguardados de la gélida noche, están tus frágiles sueños; a cubierto se encuentran tus temores y desvelos mientras yo te cubro con el manto de mi atento mirar. Perdida me hallo en un tiempo y en un lugar, que quizá jamás sea capaz de olvidar.