Perdida en una taza de luna caliente, ahora sólo tu abrazo es mi abrigo.
Ahí afuera, al viento se oye ulular, y las hojas secas se esparcen y desordenan
en el vaivén del aire de Enero. Me reconforta saber que, resguardados
de la gélida noche, están tus frágiles sueños; a cubierto se encuentran
tus temores y desvelos mientras yo te cubro con el manto de mi atento mirar.
Perdida me hallo en un tiempo y en un lugar, que quizá jamás sea capaz de olvidar.
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