domingo, 19 de agosto de 2012

Se hace camino al andar

¿Pero cómo podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? No hay un sitio tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde se pueda escuchar en la primavera el despliegue de las hojas o el rumor de las alas de un insecto. Quizás es porque soy un salvaje y no comprendo bien las cosas. El ruido de la ciudad es un insulto para el oído, y yo me pregunto: ¿Qué clase de vida tiene el hombre que no es capaz de escuchar el grito solitario de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la balsa?.
Iba yo caminando una tarde cálida y apetecible de verano, en compañía de mis pensamientos, sin ninguna meta en concreto, pero no obstante, segura de hacia dónde me apetecía dirigirme. Es una sensación agradable esa de saberte únicamente dueña de tu tiempo, y dominar el espacio que quieres recorrer, para poder disfrutar de algo que anhelas ver, sentir, encontrar.
En aquella tarde, eché a andar hacia la costa norte, lejos de las abarrotadas playas del Agosto de mi ciudad, que estaban empezando a asfixiarme. Por el camino vinieron a mi mente frescos recuerdos y sensaciones entremezcladas de paseos entre árboles, de caminos vagamente empedrados y olor a mar (probablemente, el aire costero, más el aroma a sal que llevaba a mi piel tras darme un baño tuvieron su influencia), mientras el sol de la tarde caía, aliviándose el calor del día, poco a poco. Seguir el hilo de estos pensamientos me hizo sonreír, y tras mis gafas de sol, caminé unos pasos con los ojos cerrados, notando como la luz se atenuaba alrededor de mi vista, hasta que consideré peligrosa esta iniciativa. Cualquier persona que en esos momentos hubiese podido verme, con mi aspecto sudado y despeinado tras la marcha, ojos cerrados y sonrisa en la cara, me hubiese encontrado, cuanto menos, una chica algo atípica, que camina sola una tarde de sol.
Pero sí, estaba sonriendo a la par que caminaba mientras buscaba el sol, pensando en todo lo bueno que siento, lo bueno que me rodea, y lo afortunada que soy en muchos sentidos. Hasta en las ciudades existen esos pequeños grandes rincones, esas vías de escape personales que permanentemente serán capaces de ofrecerte un camino “para pensar”, pararte y respirar. Al menos en mi ciudad, claro.
Suele ocurrir que cuando sales al encuentro de estas vías, sin prisas ni grandes pretensiones, sin ataduras ni ansiedad…te encuentras con trocitos de ti mismo que pueden llegar a sorprenderte. Asi que muchas veces es mejor no posponer las ganas de salir a andar. Sal, y reconcíliate contigo mismo. Relativiza las cosas. Escapa,si es lo que deseas, si es lo que necesitas.Simplemente, sal a buscarte.

2 comentarios:

  1. Yo cuando tuve la crisis nerviosa tan grande que tuve, salí como has relatado a reconciliarme conmigo misma, me vinieron bien las tardes de paseo al lado del río, paseando con mis perros y escuchando el sonido de los pájaros, el agua fluir por el río y oler la vegetación mojada...no ha dinero que pague eso!

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  2. Y tanto que sí...no hay nada como dejarse llevar para deshacerte de malos rollos y comeduras de tarro. A ver, no es 100% infalible, pero suele ayudar ;)

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